¿Que los ibaguereños estamos prevenidos? Tenemos porqué.
¿Que todavía es prematuro hablar de un “elefante blanco” en Cay? Es posible.
¿Que no se puede comparar el abandono de los tubos en Boquerón con los retrasos en la bocatoma de Cay, así quien haya estado al frente del IBAL en 2009 y 2016 sea el mismo gerente? Totalmente cierto.
Sin embargo, después de esa proliferación de elefantes blancos en Ibagué (acueducto complementario, panóptico, juegos nacionales), es necesario estar atentos a lo que está ocurriendo con más de 4.000 millones de pesos destinados para la construcción de una nueva bocatoma en Cay y otras obras complementarias.
Vamos por partes: lo primero que hay que revisar es de dónde se sacó que la quebrada Cay tiene el caudal para construir una bocatoma que capte más de 600 litros por segundo.
¿Será que de un momento a otro se duplicó o triplicó el caudal de la quebrada Cay y por eso la bocatoma actual se volvió insuficiente?
Otros temas que intranquilizan son tanto el cumplimiento de la normatividad ambiental en lo concerniente a tala de arboles y caudal ecológico, así como la disputa jurídica con por lo menos un propietario que resultó afectado con las obras.
Pero, sin duda alguna, lo más grave es el escándalo de corrupción que estalló ‘al otro lado del charco’ y que tuvo un duro coletazo en nuestro país. Al respecto, ya la Procuraduría prendió las alarmas por unos temas de presunta corrupción que involucran varias obras de nuestro país y, ¡oh sorpresa!, Ibagué salió mencionado precisamente por las obras de la bocatoma de Cay.
Parece increíble, pero cuando aún no nos reponemos de la historia de la empresa española Tipsa y los Juegos Nacionales, ahora nos toca empezar a hablar de su paisana Canal Isabel II y su representante en Colombia Innasa.
Con semejante ‘chicharrón’ en curso, cuál será el ‘chivo expiatorio’ que se le va a medir a gerenciar al IBAL para ponerle la cara a este y a otros problemas que no dan espera.
Porque hay que recordar que además de la bocatoma de Cay, están las obras del acueducto complementario y el vergonzoso espectáculo en el sector de Boquerón de unos tubos que continúan pudriéndose al sol y al agua bajo la mirada indolente de una administración que cada mes paga millones de pesos de arrendamiento al dueño del predio donde se encuentran.
También está la investigación que adelanta la Contraloría por un presunto detrimento al interior de la empresa por más de 41.000 millones de pesos.
Según el organismo de control, entre el 1 de enero de 2012 y el 31 de diciembre de 2016 el IBAL habría generado “una pérdida total de líquido” de más de 29 millones de metros cúbicos.
Con este panorama, por supuesto que es el momento de cambiar, pero más que de gerente, de enfoque con respecto a un IBAL que sigue convertido en el ‘patito feo’ de la historia en nuestra ciudad.
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