Es inevitable no sentir dolor e impotencia al ver en el día a día, como acaban con la humanidad de más venezolanos que han perdido sus vidas en las jornadas de manifestaciones que se viven por lo largo y ancho del país petrolero.
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Salen a las calles a pedir la salida del régimen de Nicolás Maduro y con él, el fin del Chavismo, pero la respuesta a su reclamo justo, cívico y pacífico, es la violencia y la represión sin límites por parte de la GNB (Guardia Nacional Bolivariana). Y es que no hay que ser venezolano para sentir cólera al ver las fuertes imágenes de civiles incinerados, arrollados por las tanquetas de seguridad de la GNB o simplemente desplomándose a causa de los disparos de las fuerzas armadas de Venezuela.
39 días han transcurrido desde que el Tribunal Supremo de Justicia, aliado de la dictadura, en un intento de golpe de estado, suspendió la Asamblea Nacional de Diputados para eliminar el poder legislativo que cuenta con mayorías de oposición; provocando que la población civil se volcara a las calles, para desde allí, luchar hasta lograr la libertad del hermano país, desde aquel entonces se suman 40 muertos en total (un muerto por día).
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Pese al dolor de las bajas civiles, el mundo entero coincide con pronosticar la caída de la dictadura, y bien lo ha señalado la historia que con cada régimen que sucumbe, el golpe incansable de los martillos, alimentados por el sentimiento de victoria de la población liberada del yugo, sentencia también el final de cada uno de sus estatuas y monumentos que los representa; podemos recordar entonces como en la antigua Roma, ante la muerte del emperador Nerón fue decapitada de su escultura frente al Coliseo Romano, o las estatuas de Lenin o Stalin en la extinta Unión Soviética para mostrar el final del régimen comunista en los años noventa, o Franco en España, o la gigante estatua de Sadam Hussein derribada en el parque de Al fardus de Bagdag en Irak 2003, o el monumento del Coronel Libio Muamar Gadafi en 2011, una mano dorada que agarraba un avión norteamericano, y así cientos de esculturas que han caído; como caen ahora las innumerables imágenes del tirano Chávez, y como caerá su sucesor del mal, Nicolás Maduro.
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Pronto, como la primavera árabe se libró en varios países del yugo de sus dictadores en Medio Oriente y África, la primavera surgirá en Venezuela, y nosotros como colombianos debemos de liderar la solidaridad y el apoyo ante la comunidad internacional a favor del bravo y valiente pueblo heredero de Bolívar, la resistencia no se puede dar por vencida y menos ahora, que solo restan semanas para dar la estocada final. El chavismo les ha quitado tanto a los venezolanos, que hasta el temor a la represión o a morir por la libertad también lo perdieron hace mucho tiempo, por eso los caídos en esta batalla no pasarán en vano, serán recordados como héroes que entregaron hasta su último respiro, por el amor hacia su país. La libertad es el único objetivo y se logrará sumando día a día más voces al clamor en las calles, hasta lograr la paz, la libertad, el restablecimiento de la democracia y del régimen constitucional de Venezuela.
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