Algunos amigos me dicen que les gusta mucho leer mis columnas, pero que a veces son muy largas. Hoy voy a tratar de hacerles caso. Y lo voy a hacer porque ya se agotaron los adjetivos y los sustantivos para referirse al futbolista más grande que ha parido el planeta Tierra en toda su historia: el Rey Pelé.
Claro que Edson Arantes do Nascimento, más conocido desde siempre como Pelé, en realidad no ha muerto. Su grandeza es eterna, inmortal, perpetua, como su fútbol celestial y sus más de mil goles y millares de regates y gambetas y asistencias y cabezazos y disparos y acrobacias y trucos mágicos de ilusionista. Goles como el cabezazo certero e imparable del primer tanto de Brasil ante Italia, en un sostenido en el que se eleva más allá de las nubes, y asistencias como la legendaria del cuarto gol del capitán Carlos Alberto en esa inolvidable final del Mundial de México-70.
Qué más puedo decir yo de Pelé que ya lo dijo todo en la cancha en 20 años de carrera gloriosa y en 82 años de vida ejemplar, filantrópica y humanitaria. “Qué tengo yo que hablarte, comandante, si el poeta eres tú”, como cantó Pablo Milanés, otro grande, otro juglar del pueblo, que también murió recientemente.
La historia del deporte del fútbol se divide en dos: antes y después de Pelé, que lo convirtió en arte, en poesía. Basta mirar ese video que circula por redes, que advierte y muestra que todas las geniales jugadas que hemos admirado de figuras de finales del siglo pasado y de principios de éste, “O Rei” ya las había hecho o inventado hace más de medio siglo.
Para acreditar lo que digo, si fuere necesario, y que no quede como un concepto subjetivo únicamente, en 1999 el Comité Olímpico Internacional (COI) lo distinguió como el “mejor deportista del siglo XX”. Ojo: no sólo el mejor futbolista del siglo XX, sino el mejor deportista del siglo XX. Y en el 2000 fue elegido como el “mejor futbolista oficial del siglo XX” en una votación realizada por la Comisión de Fútbol de la FIFA y por la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol. El mismo resultado tuvo una encuesta hecha a los ganadores del Balón de Oro.
Pero lo dicho, lo prometido es deuda: sobran las palabras para referirme al futbolista más grande de la historia, al mejor jugador de todos los tiempos, al indestronable Rey del Fútbol, al único campeón de tres mundiales, al más completo e inteligente en el césped, al de una condición atlética extraordinaria, al exclusivo goleador que marcó más de mil goles, al poseedor de todos los récords: al mito, a la leyenda, a su majestad, “O Rei” Pelé.
La grandeza de Pelé es enorme, cósmica, sobrenatural, tanto como su humildad y sencillez: “Quiero que me recuerden como una buena persona…, que también jugó al fútbol”, había dicho.
Con mucha saudade, “com muito amor” –como solía decir-, así te recordaremos siempre, “O Rei”: como la mejor persona y el mejor jugador.
Epitafio: El Rey Pelé (1940 - Eterno)