Brigadas del Ejército Nacional, la Defensa Civil, bomberos, obreros de empresas privadas y públicas y raizales, trabajan febrilmente en la remoción de los escombros, enseres, retiro de árboles y postes, con el fin de limpiar todos los desechos que dejó a su paso el Huracán Iota.
Con contadas excepciones, la mayoría de casas, establecimientos comerciales, las construcciones de instituciones públicas, iglesias, colegios y toda la infraestructura de las islas de Providencia y Santa Catalina resultaron gravemente dañadas y en un alto porcentaje, destruidas.
En el recorrido de RCN Radio por la vía circunvalar que da vuelta a todo el islote, se observan soldados del Ejército rescatista, quienes con motosierras y otras herramientas cortan los árboles derribados, levantan las ruinas y despejan los caminos. Mientras tanto, obreros de la empresa de energía recogen los cables derribados por los fuertes vientos, pero no han podido enderezar los postes por cuanto carecen de grúas para moverlos.
[VIDEO] Providencia intenta levantarse después de la devastación que dejó el huracán Iota.
En algunos sectores, unos pocos bulldozers remueven la basura regada por todos los rincones, mientras en los barrios cada familia trata de recuperar lo poco que quedó. A la orilla de la carretera y en las afueras de las viviendas destrozadas se observan electrodomésticos inservibles, vehículos averiados, muebles, colchones, ropa, y miles de objetos que se dañaron con el agua y las ráfagas de los vientos.
El centro de Providencia, cerca al muelle, quedó semi destruido; varias de las embarcaciones, algunas de gran calado, fueron levantadas por las olas y quedaron incrustadas en viviendas o en medio de las calles.
Las iglesias cristianas y católicas tampoco se salvaron, sólo sus muros quedaron en pie pero techos, ventanas, puertas e inmobiliario se los llevó el viento.
Con el paso de los días se han incrementado los malos olores por los animales muertos y las aguas estancadas del mar que anegaron la zona urbana y rural, por lo cual se teme una epidemia y un rebrote de covid-19, que en esta zona insular ya estaba controlado.
Pese a los esfuerzos de las autoridades locales, departamentales y nacionales, no ha sido posible restablecer la energía eléctrica, el servicio de agua y tampoco las comunicaciones telefónicas. El comercio está cerrado, solo unos pocos establecimientos están funcionando a medias, mientras llegan las ayudas con alimentos, bebidas, linternas, carpas, colchones y otros insumos de supervivencia.
En algunos templos católicos y de inmuebles que quedaron en pie, están albergadas cientos de personas que perdieron sus casas, mientras que unos dos mil habitantes de los más de seis mil que tiene Providencia y Santa Catalina, han abandonado el lugar por lancha y en aviones de la Fuerza Aérea Colombiana con destino a San Andrés, donde la mayoría tiene familiares, ante la difícil situación para vivir en esa zona destruida por la naturaleza.