Pintor de los más grandes edificios de Bogotá pasa la pandemia viviendo en las calles del centro de Ibagué
Don José Daniel Bedoya Escobar vive el ocaso de sus días viendo como desfila el sol sobre el cielo mientras duerme y descansa en las calles del centro de Ibagué esperando que una persona amable le dé un par de monedas para poder ir la 15 con primera a comprarse un tinto y pan con mantequilla, un manjar que se puede dar cuando reúne $600.
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Hace cuatro años don José Daniel sufrió un accidente que le dejo comprometidas sus rodillas, las cuales le duelen mucho, en especial en los días fríos, no obstante, “El organismo en si por dentro, el hígado, los riñones, las tripas, el corazón, todo, todo lo entango bien, bendito sea Dios” como el mismo no lo dio a conocer.
“Yo pinte los edificios más grandes de la Plaza de Bolívar” recuerda don José al rememorar sus épocas en como pintor de brocha gorda en Bogotá, al igual, mientras está sentado en un ande de la calle 14 con carrera tercera mira a lo lejos el edificio de Bancolombia y también dice que él estucó la edificación en compañía de muchos “muchachos” para referirse a los ayudantes que lo acompañaban en sus labores.
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Don José sabe que este fin de semana había toque de queda en Ibagué, sin embargo, él no tiene casa o algún lugar donde esconderse del virus, ni siquiera un tapabocas para cuidarse de contagiarse de un virus que voló en primera clase desde China para volverse residente permanente de todos los países del mundo.
La verdad es que don José no les tiene mucho aprecio a las autoridades, eso se hizo evidente cuando vio pasar una moto de la METIB y en medio de la entrevista miro con rabia al hombre vestido de verde oliva y le gritó "¡Policía hijueputa!" Para continuar como si nada hablando de su vida.
Y es que según él han sido amargas las experiencias con la ley, primero porque en sus recuerdos se dibuja la imagen de un capitán matando a su papá en el parque Andrés López de Galarza, hecho que sigue impune en su memoria. O también cuando los uniformados lo echaron a él y otros 16 habitantes de calle a un camión con destino a El Guamo, pero tuvieron que regresarlo a la ciudad musical luego de no encontrar un lugar donde dejarlo.
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Dentro de sus relatos, que a veces parecen inconexos y en ocasiones se dibujan como una telaraña enmarañada, recuerda a ‘Gloria’, o como él la llama ‘mi mocita’ con quien antes vivía, pero ahora parece ser que ese amor se acabó, porque sus noches no las pasa en la casa de ‘Gloria’ sino sentado en las bancas de la calle tercera.
“Hay veces he recibido comidita, porque Dios me socorre, pero porque me la han traído aquí” comentó don José cuando se le preguntó las ayudas del estado para los habitantes de calle, ayudas que para él han sido invisibles.
Y así, entre charla y charla, y pedir monedas para comer pan con mantequilla o esperar que alguien le dé un almuercito, don José Daniel continúa sus días, sin importar, si hay cuarentena, o toque de queda o coronavirus, él seguirá viviendo en las calles hasta que un día su luz se apague, a menos que alguien haga algo por él y por los cientos de personas que pasan su vida sobre un andén.