Por: Representante a la Cámara Ricardo Ferro
Uno de los mayores avances que ha tenido el fútbol en toda su historia es, sin lugar a dudas, el VAR, esa posibilidad de que los árbitros ‘se echen para atrás’ en decisiones tomadas ha permitido acabar con las injusticias en este deporte.
Y es que mientras los ‘cazaerrores’ que, en la comodidad de un palco, con las pulsaciones a ochenta y sin ningún tipo de presión, pueden ver una y otra vez la misma jugada desde todos los ángulos antes de proferir cualquier determinación, el juez central tiene que tomar las decisiones en caliente, en pleno movimiento, con una sola perspectiva, en tiempo real, y obvio con el pulso alterado.
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No hay punto de comparación, y sería ridículo pensar en un fútbol más justo sin VAR.
Se acabaron los ‘piscineros’ en las áreas rivales, o por lo menos ya cuando se tiran rebotan como si estuvieran en una cama elástica y corren a pedirle excusas al árbitro para evitar una amonestación.
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De la misma manera se terminaron los goles fantasma que tantos dolores de cabeza causaron en el pasado a técnicos y jueces de línea.
Eso sí, todavía no están erradicadas todas las ‘trampitas’ y habrá que trabajar duro para evitar por ejemplo ese tema del dopping que tanto daño le está haciendo al deporte en la mayoría de las disciplinas.
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Habrá que invertir más en el fortalecimiento de las divisiones inferiores y, por supuesto, en las escuelas de padres, para que nuestros niños y jóvenes no acorten sus vidas como deportistas consumiendo sustancias que mejoran el rendimiento en el corto plazo pero que generan daños irreparables en el organismo, y adicionalmente terminan siendo sancionados por violar las normas que rigen la diferentes disciplinas.
Pero volviendo al VAR, me declaro hincha número uno de esta ayuda tecnológica en el fútbol, eso si, ojalá y pudiéramos evolucionar como en el ultímate, deporte en el cual no se necesita ni siquiera de árbitro, sino que cada uno de los practicantes tiene la gallardía de reconocer sus propias faltas, sin necesidad de que sea un tercero quien deba estar a menos de un metro observándolo y ejerciendo justicia.
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Pero mientras evolucionamos, que bueno que no tengamos que volver a ver cosas bochornosas en el fútbol, como árbitros que pitan gol, cuando a la bola le faltan 3 metros para cruzar por debajo de la portería o cuando un jugador ‘vivo’ de menos de un metro setenta centímetros de estatura golpea la pelota con la mano frente a un portero que con los brazos estirados sobrepasa de lejos los dos metros, y sin sonrojarse siquiera sale corriendo a la tribuna a celebrar, mientras sus rivales atónitos terminan siendo víctimas de una injusticia que da al traste con varios años de esfuerzo y disciplina.
No más trampas en el fútbol, no más jugadores mañosos. Que viva el VAR, ¡que viva el fair play!
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