Por: Ricardo Ferro / @RicardoFerro_
No podemos seguir permitiendo que actos violentos contra la mujer hagan parte del panorama diario. Pese a la existencia de la ley 1257 de 2008 que busca prevenir, sensibilizar y penalizar la violencia y discriminación contra el género, sumado a los constantes esfuerzos de entidades públicas y privadas para frenar este atropello, la violencia contra las mujeres sigue sin desaparecer, situación que nos obliga a repensarnos como sociedad y a actuar con mayor firmeza frente a esta problemática.
Y es que las estadísticas son escalofriantes. Según la Policía Nacional, para el año 2017, se registraron en todo el país 940 casos de feminicidio. Situaciones de las que diariamente somos testigos por medio de la difusión en noticieros y periódicos, haciendo de esto un diálogo común a tal punto de invisibilizar esta problemática social.
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La situación es alarmante. Medicina Legal, las organizaciones defensoras de derechos de la mujer y hasta la Iglesia, aseguran que son 34.571 procesos que relacionan hechos de feminicidios y las tasas de impunidad llegan al 90%. Estas cifras son repudiables e intolerables, debemos hacer un mea culpa como sociedad, mirarnos a la cara y aceptar que vamos por el camino equivocado.
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Debemos seguir exigiendo que todas las medidas que se piden desde los organismos defensores de los derechos de la mujer, deban ir acompañadas también de una gran transformación cultural por parte de toda la ciudadanía. Entendiendo que se debe producir un cambio de modelo que busque transformar la mentalidad, dejando en claro que aquel que golpea cobarde y salvajemente a una mujer, es un delincuente que comete un delito, y por lo tanto debe ser sancionado penalmente pero también socialmente.
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Sólo con una toma de conciencia por parte de todos nosotros, acompañado por una justicia que actúe rápida y efectivamente ante cada una de las causas de violencia de género, se podrá cambiar esta situación.
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Debemos apoyar a la mujer, sin distinción de raza, género, sexualidad. Devolverles la situación en los derechos, incluyendo también las diferencias entre ellas. Que no se nos pase esta generación y la otra para lograr entender que la equidad de género es fundamental para el desarrollo de una sociedad.
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Como sociedad la violencia de género nos debe tocar a todos. Ante esta problemática debemos tomar partido y levantar nuestras voces de manera enérgica contra estos hechos, porque una posición neutral termina siempre por ayudar al victimario y nunca a las víctimas. Aquí no podemos tener ningún tipo de consideración con estos violentos que atentan contra la integridad de las mujeres. Ningún maltratador cabe en una sociedad justa.
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Se hace necesario que recapacitemos, que entendamos de una vez por todas que no existe el sexo débil y que en una sociedad justa e igualitaria debe primar el respeto. Por eso hago una invitación para romper con el silencio cuando seamos testigos de cualquier acto violento contra las mujeres. Hay que actuar, porque si continuamos de brazos cruzados viendo como diariamente la violencia sigue en aumento, habremos fracasado como sociedad.
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