La vida de Gloria (*) cambió radicalmente de un momento a otro. Corría 2014 y las ventas en la miscelánea que tenía en el barrio Alaska de Ibagué se vinieron abajo. Entonces, acosada por la pobreza, cometió el error de conseguir dinero a través del criminal sistema de préstamo llamado “gota a gota”.
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Primero recibió 100 mil pesos a un interés del 25%. Es decir, a partir del momento en que le entregaron la plata debió pagarle al usurero cinco mil pesos diarios durante 20 días consecutivos.
Las cosas rápidamente empezaron a salírsele de las manos a Gloria y para poder cumplirle al primer agiotista recurrió a los servicios de otro y después a los de un tercero y hasta los de un cuarto.
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Ella, según me contó hace poco, calcula que entre 2014 y 2015 pidió prestados unos dos millones de pesos y por ellos pagó el doble o más. Pero entre más pagaba y más usureros conocía, más endeudada quedaba.
Ante los incumplimientos para saldar sus obligaciones, durante meses la mujer tuvo que soportar en su negocio los maltratos verbales de los prestamistas-cobradores, que sin ambages ella califica de terroristas.
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Finalmente, cuando vio que su vida corría peligro por el aumento del tono de las amenazas de los delincuentes, optó por abandonar con su esposo e hijos la capital del Tolima.
Ahora vive en Bogotá, donde esporádicamente recibe llamadas telefónicas de los criminales que le dicen que “si la llegamos a ver la matamos” o “le vamos a agredir a sus hijos”.
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Esta historia no corresponde a un caso aislado, desafortunadamente el “gota a gota” terminó convertido en el socio inversionista de muchos comerciantes formales e informales.
Tampoco es casualidad que las bandas delincuenciales se estén adueñando de los “servicios financieros”. Esto es producto de una sociedad que no entiende las necesidades de su población, ni sus hábitos de pago, ni las dinámicas de sus negocios, y que ha dejado en mano de los bandidos la financiación de los emprendimientos de las personas más humildes, condenándolas de entrada a ser rehenes permanente de las mafias.
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Después de preguntar en un par de bancos, me queda claro que para una persona que gana un salario o menos, las entidades financieras difícilmente son una opción.
Paradójicamente, está probado que los pobres son muy buenos pagadores. Muhammad Yanus, Premio Nobel de Paz en 2006, así lo demostró con el Banco Grameen que propende por los microcréditos para personas de bajos recursos y sin tanto papeleo.
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Y es que el problema del gota a gota no es ni siquiera el pago diario, es la usura, el engaño y el abuso que han sufrido individuos como Gloria. Por lo mismo invito a la banca a comprometerse más con las personas de bajos recursos, pero también hago un llamado contundente a las ciudades y a sus dirigentes: creamos en nuestra gente para que nuestra gente crea en nuestras ciudades.
(*) Nombre cambiado por seguridad.
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