Tres protagonistas: los niños, que representan el presente y el futuro del país; el papa Francisco, quien con su mensaje evangelizador deja grandes enseñanzas en su paso por Colombia, y el Programa de Alimentación Escolar (PAE), que acaba de colapsar en Ibagué dejando a miles de niños sin su única comida diaria, en la mayoría de los casos.
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Comencemos de atrás hacia delante. Es increíble que el flamante operador del PAE, ABC Pasant, importado de la Costa Atlántica por 3.900 millones de pesos en una operación “transparente” -según indicó en su momento la secretaria de Educación de la ciudad-, haya enviado una carta al director de cobertura educativa indicando que no iba más y que por tanto hasta el 22 de agosto suministraría alimentos a los niños de nuestra ciudad.
Pero es que antes de la carta en mención ya la situación era bien complicada. Alimentos entregados en estado de descomposición, incumplimiento en la entrega de los mismos, denuncias por maltrato laboral a las manipuladoras, tribunales de arbitramento con obligaciones que se pasaron por la faja. En fin, temas muy complejos en un programa que es trascendental para garantizar que nuestros niños puedan acceder a un alimento diario, bien sea que se trate de un almuerzo para los que se encuentran en jornada única, o un complemento para el resto de estudiantes.
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Sería conveniente revisar las razones por las cuales el PAE ha venido sufriendo duros golpes en Ibagué. Hoy en día, por cuenta del catastrófico colapso del programa, ningún menor está recibiendo alimentos. Pero es que la historia reciente da cuenta de que en 2015 más de 40.000 niños recibían un alimento, en 2016 esta cifra se redujo a la mitad en gran parte del año y en 2017 a cerca de 12.000 menores.
Así las cosas, ¿De qué sirven tantos mensajes en las redes sociales replicando las palabras del papa Francisco en lo que tiene que ver con los niños y los jóvenes, resaltando la importancia de valorarlos, amarlos y ayudarlos si ni siquiera se están respetando sus derechos fundamentales?.
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Su Santidad fue enfático hablándoles a los jóvenes: “Atrévanse a soñar, vuelen alto y sueñen en grande”. Y por supuesto que nuestros jóvenes tienen sueños y los mismos no tienen por qué limitarse por cuenta de situaciones como las que se desencadenan de una mala alimentación.
Seguramente en los próximos días se contratará una nueva empresa para que el programa de alimentación escolar se reactive. Pero más allá de reactivarse, es necesario que la administración se comprometa realmente con los niños y cambie la situación que se está viviendo en las instituciones educativas por cuenta de la pésima cobertura.
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Y es que una cifra es la que corresponde a la población estudiantil, otra la que se encuentra en el SIMAT y otra la que termina recibiendo las raciones de alimentos.
Raciones que, según los nutricionistas, deben ser para un solo niño, pero que según el presupuesto oficial terminan siendo compartidas entre dos, tres y hasta cuatro niños. Una realidad que debe y se puede cambiar, sobre todo teniendo en cuenta que Ibagué es una Entidad Territorial Certificada o ETC.
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