Por: Jorge Enrique Robledo/ @JERobledo
Durante el gobierno de Santos, la industria textil-confecciones perdió seiscientos mil empleos por las importaciones legales e ilegales, víctima de un sándwich diabólico: de un lado, las políticas de los gobiernos de los países asiáticos de tener salarios y demás costos de producción muy bajos y, del otro, las de los gobiernos colombianos de mantener altos dichos costos y muy bajos los aranceles de protección, imponiendo una competencia en extremo desleal y destructiva.
Sacándole jugo político a semejante despropósito, el candidato Iván Duque les dijo a empresarios y trabajadores del sector que él iba “a aplicar el máximo arancel posible, para que no les quiten los puestos de trabajo a las operarias de las confecciones en Colombia”. Mas una vez montado en la Presidencia, Duque le ordenó a su Ministro de Comercio que se burlara del compromiso adquirido.
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Ante tanta desvergüenza, empresarios y trabajadores unidos con una mayoría de congresistas de todos los partidos estamos a punto de lograr que en el Plan de Desarrollo se apruebe el aumento de los aranceles a las confecciones, decisión clave para la recuperación de esta industria y para el progreso nacional.
Pero a la medida la están atacando, colaborándole en su conejazo a Duque, las organizaciones que en Colombia representan los intereses de las trasnacionales fabricantes de confecciones en el extranjero e importadoras al territorio nacional, que se presentan como si representaran a todos los colombianos, incluidos los confeccionistas (!!!).
Entre las falacias lanzadas para seguir defendiendo intereses foráneos –y con el mismo discurso de fondo con el que pusieron a Colombia a importar 13,5 millones de toneladas de productos del agro y le eliminaron cultivos enteros–, asustan con la ilegalidad de las normas a punto de aprobarse.
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Pero el Congreso sí tiene esa potestad y la Organización Mundial del Comercio (OMC) la autoriza, como lo prueban los mayores aranceles que se aplican en Brasil, donde el Estado sí defiende a sus nacionales. Clave saber que Colombia no ha suscrito TLC con China ni con los demás países que arruinan a los confeccionistas, luego la posición de Santos y de Duque es un regalo, repito, ¡un regalo!, a las multinacionales.
Las organizaciones de importadores también afirman que si se elevan los aranceles se dispara el contrabando, cuando está disparado con los muy bajos aranceles de hoy. Bonita manera de silenciar que la causa fundamental del contrabando es un Estado corrupto que nunca ha hecho nada en serio para impedirlo, como tampoco persigue de verdad a los lavadores de dinero que financian a costos irrisorios a los contrabandistas.
Y se firmó un TLC con Panamá que ratificó a ese país –que no produce confecciones ni nada– como la base desde la cual actúan contra Colombia importadores, matuteros y financistas corruptos.
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Las trasnacionales de la industria y el comercio que operan en Asia y Panamá además abastecen por igual a los importadores legales y a los ilegales, a los que tratan como iguales. Los gobiernos se han negado a tipificar el contrabando como delito autónomo, con lo cual lo facilitan, y Carrasquilla cambió la ley para que la Dian fije, y sin que pueda conocerse, la forma como calcula los precios de referencia de las importaciones, precios que por norma son bajísimos y mentirosos y sirven para que no se paguen los aranceles y los impuestos que deben pagarse.
Y también dicen que actúan así por el inmenso amor que les profesan a los colombianos, a quienes desean vestir con prendas muy baratas. Fábulas. Porque se importa a menores precios para quebrar a la industria, pero le venden caro a la gente y porque los pobres que carecen de empleo, que son legiones, no tienen con qué comprar ni lo de menor costo.
En gracia de discusión, pregúntenles a los habitantes de Colombia qué prefieren: ¿si desempleo y cosas baratas –aun si lo fueren– o empleo y mercancías más costosas? No insistan en decir que porque algunos tienen asegurado ser consumidores durante el ciento por ciento de sus vidas, igual les ocurre a los demás colombianos.
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Hasta cuándo van a seguir al mando en Colombia los mismos intermediarios y tecnócratas neoliberales que mandan desde 1990 –¡28 destructivos y larguísimos años!–, a pesar del rotundo fracaso de sus políticas industriales y agropecuarias, tanto para producir para el mercado interno como para exportar.
Son excelentes para favorecer a los productores extranjeros pero muy mediocres para reducir el alto “costo país” –tasas de interés, fletes, electricidad, insumos, impuestos, etc.– con el que a los colombianos les toca producir y competir, en tanto los gobiernos asiáticos sí reducen su “costo país” hasta el nivel necesario para vencer, a la par que reclutan en los países a derrotar a quiénes les reduzcan los aranceles por debajo de las tasas permitidas por la normas nacionales e internacionales.
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