Ricardo Cadavid
Ricardo Cadavid analiza el esfuerzo de los medios de comunicación por sobrevivir y la llegada del proyecto editorial La Prensa al país.
En el gaseoso mundo de las redes sociales leí un meme que anunciaba “Si usted no sabe qué pasó en el año mil seiscientos, usted no es de los míos”. Los “hechos noticiosos” no son solo aquellos que precariamente conocemos; en esos años del 1600 llegaron los “negreros, africanos en cadena” y le pegaron a “la negra”; pero otras cosas pasaron alrededor del mundo. En Inglaterra, por ejemplo, culminaba el reinado de Jacobo VI de Escocia, también coronado como James I de Inglaterra, quien vivió una época de aparente turbulencia.
Jacobo I fue secuestrado, encarcelado, obligado a abdicar, liberado, excluido del testamento de Enrique VIII para que no accediera al trono, sobrevivió a conspiraciones, conflictos religiosos y siempre se murmuró sobre sus veleidades sexuales “heteroflexibles”. Sin embargo, califico esa época de “aparente turbulencia” porque este monarca también protagonizó una serie de “buenas nuevas”, de “noticias positivas”.
El rey Jacobo tradujo la biblia que hoy se conoce como la King James, y trajo un reinado de paz con España por casi medio siglo, pero eso, parece no ser noticia.
La historia de la humanidad es el recuento de las guerras, intrigas, asesinatos y catástrofes y, consecuente con ello, los medios noticiosos y los seres humanos consideramos que una buena noticia, no es noticia. Esta idea parece tener antecedente precisamente en el buen rey James I quien comentó: «Llevo un mes sin oír de ellos, pero la falta de noticias es buena noticia». Tal vez de allí se deprende el adagio popular italiano que reza “nulla nuova, buona nuova”.
Los medios de comunicación se esfuerzan por sobrevivir en esta época de cambios vertiginosos, con un público que adora los escándalos, el estribillo monótono de las mismas noticias políticas, las mismas muertes, las mismas tragedias, con distintas fechas. Hay noticias con unos titulares tan morbosos que nos hacen preguntar con qué tipo de tinta sangre habrán sido escritos o nos obligan a leer rápido, antes de que la noticia se coagule.
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Parece que las malas noticias viajan a la velocidad de la luz, se difunden con una prisa impresionante, más rápido que un producto de Herbalife y llegan lejos, hasta esos lugares donde no existe ni el BonIce. Por eso, desde esta columna, aplaudimos la llegada al país, y a la región, del proyecto editorial “La Prensa”, medio digital e impreso que se ha impuesto la noble y difícil tarea de resaltar las buenas noticias, de buscar el lado humano y amable de las cosas, de contradecir la manera en que vemos y concebimos la historia, desde los tiempos en que Caín, borró de la tierra la estirpe de Abel, asesinándolo con una quijada de burro. Anotamos que esta arma homicida fue agregada por los medios de comunicación de la ápoca, para darle un tono sensacionalista al fratricidio, pues no hay un solo versículo en la Biblia, que permita concluir semejante titular equino.
Muchos éxitos y larga vida a La Prensa y a todos los medios de comunicación que luchan a diario por sobrevivir y generar una opinión pública medianamente decente.
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Alerta Tolima
