El pasado 14 de Abril, en pleno Viernes Santo, cuando los fieles de la iglesia Católica conmemoramos la pasión y muerte de Jesucristo, dos ex mandatarios Colombianos, en un intento por evitar la crucifixión del pueblo Colombiano y de la región latinoamericana, eran recibidos personalmente en su mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach, Estado de la Florida, por el hombre más poderoso del mundo, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Se trató del Expresidente Andrés Pastrana y del Expresdiente y actual Senador de la República, Álvaro Uribe Vélez; el primero, autor y gestor del Plan Colombia, un programa que permitió el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas con el fin de combatir la amenaza del terrorismo nacional, y el segundo, autor de la seguridad democrática, una política de desarrollo que le acertó los más duros golpes a la organización terrorista de las FARC en Colombia. Pastrana y Uribe, preocupados por los problemas propios de Colombia, y la amenaza en la que se ha convertido el gobierno de Nicolás Maduro sobre las instituciones Democráticas en Venezuela, aceptaron la invitación para tratar dichos temas con el primer mandatario de los Estadounidenses, el hombre que no permite aún, que se retire a las FARC, de la lista de organizaciones terroristas del Departamento de Estado.
A pesar que aún no se conoce ningún comunicado oficial por parte de la Casa Blanca, el mensaje y el valor simbólico de la reunión, es muy claro y rotundo, dirigido al respaldo de una oposición que representa a la mayoría del pueblo Colombiano, como se demostró con el plebiscito del Pasado 2 de Octubre, donde estos dos expresidentes, en un ejercicio por entender el verdadero espíritu democrático de los ciudadanos, comandaron de manera admirable, el liderazgo de la campaña victoriosa del NO a los acuerdos de excesivos beneficios para las FARC pactados en la Habana. Y que por el contrario, deja esperando al Presidente Juan Manuel Santos, que ha tratado de manera frustrada en casi cuatro oportunidades, obtener un espacio en la agenda de Trump, para ser recibido. Santos fiel aliado de la dictadura que se vive en el país vecino de Venezuela, que se niega aún en reclamar por el respeto a los derechos humanos y la liberación de los presos políticos como es el caso de Leopoldo López y otra docena más, sólo ha sido atendido en un par de veces por el Presidente Trump, a través de cortas llamadas telefónicas.
No importa entonces si Santos es el primer mandatario de los Colombianos, que haya sido galardonado con el Nobel de paz, sin siquiera haberla alcanzado, no importa que en el pasado haya eclipsado a la comunidad internacional obteniendo el respaldo para los acuerdos de paz hasta del mismo papa, el mensaje fue claro ¡Presidente Santos, haga la fila y espere su turno! Para ser atendido por el Presidente Trump, un republicano que fiel a su espíritu conservador, rechaza el amiguismo hacia el terrorismo y los deja en el lugar que les corresponde, de últimos en la fila.