Luego de haber llegado con altas expectativas a la Copa del Mundo de Estados Unidos en 1994, la Selección Colombia recibió un duro golpe futbolístico al caer en el debut de la cita orbital frente a la Rumania de George Hagi, lo cual la dejó en una incómoda posición para su segunda salida contra el combinado local. Infortunadamente, en un partido de tensión máxima y sin margen de error, un centro de John Harkes al medio del área colombiana se vio interrumpido por el botín diestro de Andrés Escobar y derivó en el primer gol de aquel fatídico partido, que terminó 2-1 a favor de los norteamericanos.
Ese juego condenó a la ‘Tricolor’, algo normal para la tradición deportiva del país, pero sin saberlo en ese instante, también sentenció la vida del defensor de Atlético Nacional. El sábado 2 de julio de 1994 en la ciudad de Medellín, Andrés Escobar Saldarriaga fue asesinado a tiros a la salida de una discoteca; su muerte habría sido producto de una retaliación de apostadores, luego de la eliminación del conjunto dirigido por Francisco Maturana en la Copa del Mundo.
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Luego de 25 años del triste y repudiable suceso, la cultura y el ambiente en Colombia se mantienen inmutables, la lección no fue tomada y, por el contrario, existen herramientas tecnológicas para que los antropófagos logren satisfacer su sed de sangre ante un resultado deportivo adverso. Las constantes derrotas de la Selección Colombia, producto de su triunfalismo desbordado, han servido para demostrar que el país no aprendió nada de sus fracasos sociales, al margen de los deportivos, y que los eventos de mayor trascendencia Mundial, en Colombia logran pasar de una magnánima fiesta a las más ignominiosas respuestas humanas con una celeridad escalofriante.
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Tras dos partidos de bajo rendimiento en las Eliminatorias a Brasil 2014, la brutalidad de la afición nacional maltrató a Stefan Medina y lo convirtió en enemigo público número uno de la nación; en los clubes profesionales es común ver amenazas de muerte a los jugadores y técnicos si no son del gusto de la fanaticada o sin los resultados son esquivos; y, ahora, William Tesillo se transformó en el objetivo de los señalamientos, los insultos y las agresiones por errar un cobro penal.
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Las redes sociales le han dado un arma poderosa a los enfermos que destilan odio hacia quienes cumplen un trabajo o un oficio; son invasivos, intolerantes y tóxicos, y sin importar qué ejemplos deje la historia, la vergüenza se mantiene como carta de presentación para reaccionar ante los fallos de los deportistas colombianos. Tras 25 años del asesinato de Andrés Escobar, no se aprendió nada y todo es susceptible a empeorar…
Fuente: Antena 2 / Por: Edwin Cómbita