Lo que se vive en el Catatumbo sobre pasa cualquier otro éxodo en Colombia
El desplazamiento forzado en Colombia durante las últimas dos décadas ha alcanzado niveles alarmantes, con cifras que reflejan la persistencia de un conflicto armado que, a pesar de los esfuerzos por lograr la paz, sigue generando crisis humanitarias. Sin embargo, los recientes eventos en el Catatumbo ilustran una intensificación preocupante de esta problemática.
El contexto histórico: 20 años de desplazamiento masivo
Según el Registro Único de Víctimas (RUV), entre 1985 y 2023, Colombia registró más de 8.5 millones de personas desplazadas internamente. Esto equivale a casi el 17% de la población del país, convirtiéndolo en uno de los territorios con mayores desplazamientos internos del mundo.
Entre 2003 y 2023, las cifras anuales fluctuaron, con picos significativos en los años más intensos del conflicto armado, como en 2002, cuando se desplazaron 412,553 personas. Durante los años posteriores al acuerdo de paz con las FARC en 2016, se observó una reducción relativa; sin embargo, los desplazamientos nunca cesaron del todo debido a la presencia de grupos armados ilegales y disputas por el control territorial.
La crisis del Catatumbo: un episodio extremo
El reciente brote de violencia en el Catatumbo, Norte de Santander, ha elevado las alarmas. Según la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), en menos de dos semanas, los enfrentamientos entre grupos armados como el ELN, las disidencias de las FARC y el Ejército Popular de Liberación (EPL) han causado el desplazamiento de 37,000 personas. Este número supera ampliamente los desplazamientos anuales promedio registrados en varios departamentos durante los últimos años.
En comparación, si bien Colombia ha tenido un promedio anual de desplazamientos que oscila entre 100,000 y 200,000 personas, lo ocurrido en el Catatumbo en solo dos semanas constituye casi el 20% de los desplazamientos masivos de todo el año 2023. Este hecho evidencia un recrudecimiento de la violencia en regiones estratégicas, incluso en un escenario donde se esperaban progresos hacia la estabilidad.
Factores que agravan la crisis en el Catatumbo
1. Disputa por el control territorial: El Catatumbo es una región rica en recursos y un corredor estratégico para el narcotráfico. La ausencia de una presencia estatal sólida ha permitido que diversos actores armados intensifiquen su lucha por el control del territorio.
2. Impacto desproporcionado: Las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes son las más afectadas, enfrentando violaciones sistemáticas a sus derechos humanos y el despojo de sus tierras.
3. Desafíos logísticos y humanitarios: La magnitud del desplazamiento ha desbordado la capacidad de las autoridades locales y de las organizaciones humanitarias para atender a las personas afectadas.
Comparación de cifras y análisis
Si se desglosan las cifras, el Catatumbo ha experimentado una de las peores crisis humanitarias de los últimos años. Durante todo el año 2023, se reportaron aproximadamente 121,000 desplazados en Colombia. Esto significa que, en menos de dos semanas, el Catatumbo ha aportado casi el 30% de los desplazamientos que generalmente se registran en 12 meses.
Esta intensidad no solo refleja la severidad del conflicto en la región, sino también la urgencia de implementar medidas efectivas para prevenir nuevos episodios y proteger a las comunidades vulnerables.
La respuesta de los derechos humanos y el Estado
Organizaciones de derechos humanos, como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), han redoblado esfuerzos para proporcionar asistencia inmediata en el Catatumbo. Se han habilitado refugios temporales y campañas de asistencia alimentaria, aunque las necesidades superan con creces los recursos disponibles.
En cuanto al gobierno colombiano, las medidas adoptadas hasta el momento han sido insuficientes. La Defensoría del Pueblo emitió alertas tempranas sobre la intensificación de la violencia en el Catatumbo, pero estas no lograron frenar el impacto de los enfrentamientos. Un representante de la Defensoría declaró recientemente: “Esta crisis demuestra que las dinámicas del conflicto armado están lejos de terminar. Es fundamental fortalecer las políticas de prevención y atención integral para las víctimas”.
Una crisis que se veía venir
El desplazamiento forzado en el Catatumbo no solo es un recordatorio de las profundas heridas del conflicto colombiano, sino también una evidencia de que, a pesar de los acuerdos de paz y los esfuerzos internacionales, el país enfrenta retos estructurales significativos para garantizar la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos.
La comparación de los desplazamientos históricos con esta crisis puntual subraya la necesidad de actuar con urgencia. El gobierno y las organizaciones internacionales deben priorizar soluciones duraderas, garantizar el retorno seguro de las comunidades afectadas y trabajar en la reconstrucción del tejido social en estas regiones olvidadas.
El contraste entre las cifras históricas y la actual crisis del Catatumbo resulta alarmante. Mientras que en dos décadas el promedio anual de desplazados rondaba las 200,000 personas, la actual crisis en el Catatumbo ha generado casi un quinto de esa cifra en apenas dos semanas, evidenciando una preocupante intensificación de la violencia en ciertas regiones.
Las organizaciones de derechos humanos han implementado sistemas de alerta temprana y programas de acompañamiento a comunidades en riesgo. La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) estima que por cada persona desplazada, al menos tres más se encuentran en riesgo de desplazamiento.
A pesar de los esfuerzos institucionales y la firma del Acuerdo de Paz en 2016, el desplazamiento forzado persiste como una de las principales crisis humanitarias del país. La reconfiguración de grupos armados ilegales, la disputa por territorios estratégicos y las economías ilícitas continúan siendo factores determinantes en la perpetuación de este fenómeno.
La situación actual en el Catatumbo demuestra que Colombia está lejos de superar esta crisis humanitaria. Se requiere una respuesta integral del Estado, mayor presencia institucional en las zonas afectadas y un compromiso renovado de la comunidad internacional para proteger a las poblaciones vulnerables y garantizar sus derechos fundamentales.
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