Esta semana se aprobó en el Congreso el gran grueso de la reforma tributaria propuesta por el gobierno de Gustavo Petro, y que busca recaudar cerca de 20 billones de pesos al año. La propuesta expuesta por el Ministerio de Hacienda desató ciertas polémicas en su momento, y esto obligó a la revisión del proyecto varias veces, modificando propuestas como el impuesto a embutidos como el salchichón, o los que las iglesias se vieran obligadas a tributar sobre sus ingresos.
De todo lo discutido, lo que se observa es que la nueva Reforma Tributaria toca tres grandes ejes, por así decirlo: Uno que gira en torno al área de explotación de hidrocarburos, otro sobre los impuestos a los más ricos, y otro sobre los alimentos ultraprocesados. Cada uno de estos representaría un gran recaudo, pero también genera sus propias preocupaciones, esto teniendo en cuenta que nuestro país está atravesando por una inflación, de las más altas de los últimos años, junto con una devaluación del peso, que hace que las finanzas de los colombianos no anden muy bien que digamos.
Empecemos con el tema de hidrocarburos. Si bien la reforma plantea un recaudo de impuestos dependiendo del precio en el mercado internacional, no deja de preocupar que esto debilite este sector económico. Para nadie es un secreto que el actual gobierno no desea que se sigan explotando petróleo, gas y carbón, generando una especie de persecución, en pro del uso de energías limpias. El problema radica en que el sector minero energético es uno de los que más aporta a las regalías del país, y podría afectar negativamente las finanzas de la nación en caso de que sus actividades económicas se vengan a pique.
Por otra parte, se encuentra el ‘impuesto a los más ricos’. La reforma ha planteado incremento en los porcentajes de cobro por ganancias ocasionales, herencias, y patrimonio, entre otros. A primera vista se ha planteado como algo que busca equidad entre los colombianos, bajo la premisa de que los que tienen más, paguen más. Sin embargo, lo inquietante es que también se podría incrementar la brecha social, si no se ponen medidas que permitan un estilo de vida digno a las clases bajas. De nada sirve cobrarles a los ricos, si los pobres no prosperan.
Finalmente, se encuentra el tema de los impuestos a los alimentos ultraprocesadados. Si bien es cierto que la medida, aparte del recaudo, busca que los colombianos adquieran hábitos alimenticios más sanos, el factor que puede ser contraproducente tiene que ver con la inflación y la devaluación del peso. Lo ideal es que los colombianos consuman tengan una dieta balanceada, sin embargo, muchos de los alimentos son más costosos de los que consideramos como ‘comida chatarra’ ¿Qué pasará cuando la inflación y la devaluación del peso no permitan siquiera comprar este tipo de alimentos?
Ahora, no se pretende con estas líneas ser pesimista o alarmista sobre la reforma tributaria. Simplemente se espera que el gobierno nacional tenga algún plan que permita que las inquietudes acá planteadas, se queden en eso y no se conviertan en problemáticas reales.
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