El verdadero peligro para la democracia no lo constituye el paro nacional, ni las protestas, ni Petro con su orfandad de poder, ni Uribe con su añeja hegemonía. Si algo creo realmente peligroso, es que siga llenándose el Congreso (y lo público en general) de una ignominiosa masa amorfa e ignorante, de la que no podríamos destacar 15 nombres, entre otras cosas porque no podemos recordarlos, ni hacen nada memorable a su favor.
Ante este panorama, una candidatura como la de Alejandro Gaviria tiene a muchos descrestados y esperanzados. Escribí este diálogo entre dos Gavirias (Alejandro y Cesítar), advirtiendo que es totalmente imaginario y que, lo que aquí se diga, no tiene nada que ver con la realidad sino que es purita coincidencia.
AG (Alejandro Gaviria), ¿Usted si cree que pueda funcionar jefecito? CG (César Gaviria). ¡Por supuesto! La gente está cansada de la clase política y de las polarizaciones (eso dicen en todas las elecciones). Se requiere un candidato fresco, cuyo pasado político se mencione poco. Lo de la rectoría es sustancial. Todo tu equipo de comunicación debe escribir siempre “ex rector de los Andes”, pese a que, en ese cargo, no cumpliste dos años y fuiste ministro como por ocho.
AG: ¿Y porqué académico, y de los Andes? CG: Mijito, la gente está convencida de que los académicos son serios, rigurosos, transparentes, racionales, honestos, disciplinados, trabajadores y otra serie de curiosas virtudes que, entre otras cosas, no explican por qué las universidades están como están. Importante que seas uniandino, porque el pueblo ama el estatus; otorga una sensación de superioridad que no tienen los zapatos ferragamo. De paso vamos asegurando que no le falten recursos a esta “campaña cívica”.
AG: ¿Debo ubicarme en el centro? CG: ¡Claro que sí! El centro está lleno de una masa impresionante, pulpita y confundida. El primer damnificado va a ser Fajardo. Las ballenas no lo dejan ver la orilla alejándose. El otro damnificado va a ser Petro. La polarización ya no es entre derecha e izquierda, sino entre la misma izquierda. No olvides que la principal “capacidad” de la izquierda es disentir. Les encanta llevar la contraria y están convencidos de que eso es pensamiento crítico. Tienen una soberbia que les hace creer que son de inteligencia suprema, que lo tienen todo claro y son de una claridad que oscurece. Hay que aprovechar el trabajo adelantado por las bodegas de Petro; llevan años tachando a Fajardo de Uribista, hablando mal de Claudia López, de Robledo, del Polo, de hasta sus propios aliados y amigos, generando fastidio, son de esas inteligencias sublimes que me hacen recordar a mi abuelita diciendo: “nadie sabe para quién trabaja”.
AG: ¿Voy por firmas? CG: Definitivamente. Eso te ayuda a empezar campaña antes y refuerza tu imagen de independiente. Y si la cosa se pone difícil, pues ahí está el Nuevo Liberalismo esperándote. La gente ama el recuerdo de sus héroes inmolados. AG: Que bien. Ya tengo pensado mi fórmula vicepresidencial, va a ser un hit. Todos tenemos muy buena imagen. CG: Tenías buena imagen, querrás decir. Recuerda que ingresas a la política y te echarán toda el agua sucia que puedan. Y vendrá de todos lados.
AG: Me preocupa mi salud. Dicen que Vargas Lleras tampoco ha aceptado por temas de salud, y porque está esperando calladito. CG. Tranquilo. La gente ama la fragilidad, los David que se enfrentan a Goliat, los animalitos rencos despiertan ternura, aman los ojitos torcidos de los cachorros mojados, los jugadores negros del África enfrentándose a potencias europeas. En tu caso, es una ventaja. Además, la gente tiene la impresión de que vencer el cáncer es como alcanzar el Nirvana, y que se llega del más allá convertido en mejor persona. Si eso fuera así, Lázaro habría sido rey de Israel. En verdad eres de los mejores productos políticos de los últimos años, pero recuerda que, si bastara con eso, Mockus habría sido siete veces presidente.
AG: ¿Me debo cuidar del apoyo de Santos? CG: Deja que el mundo crea que eres una candidatura ciudadana, pero ten presente que, sin la clase política, no es posible. Tenla muy cerquita, sobre todo cuando debas tomar decisiones en escenarios complicados. Santos es un gran aliado, pero hay otros. Fíjate ese muchacho contralor de la Nación. Es excelente persona, brillante, con muchísima proyección, es el tipo de aliados que conviene tener cerca; es esposo de la hija del presidente del Partido Conservador, manejó la logística de la candidatura de Vargas Lleras, amiguísimo de los hijos de Uribe y bien cercano a este pechito pereirano… sujetos así, con ese invaluable capital relacional, podrían ser cruciales al momento de las negociaciones.
AG: ¿Negociaciones? Pensé que le habíamos asestado un golpe a la derecha. CG: Piensas como muchos colombianos, con el deseo. El golpe se lo asestamos a la izquierda. Acá el que debe estar preocupado es Petro. La derecha ni siquiera ha empezado campaña. Muchos piensan que la final va a ser entre Petro y tú, y ese sería el mejor escenario. Mas del 50% de los votos que tuvo Petro no son suyos, son votos en contra de Uribe y fácilmente endosables. Llegado el caso, a Uribe y la derecha la negociamos por debajo de la mesa. Hoy, Uribe no es buen aliado, no porque su imagen esté desgastada, eso cree la gente que ve “La Rosa de Guadalupe”. El problema es que ha sido mal socio de gobierno, no ha repartido buenos cargos a los demás partidos y eso no se perdona y él lo sabe.
El verdadero escenario crítico, es que nos despertemos con la sorpresita de que Petro fue eliminado en primera vuelta y quedes enfrentado al candidato de la derecha, que, entre otras cosas, no tiene que ser nuevo ni sorprender a nadie. Eso es para las telenovelas. Allí un día descubren que el galán es hermano de la protagonista. Acá no, acá se sabe quiénes son los protagonistas desde siempre, no sorprenden a nadie, e igual ganan. Tú contra la derecha, la cosa se pondría para alquilar balcón.
AG: Caray, eso suena tremendo. Pensé que estas elecciones demostrarían que la política está cambiando. CG: Por caridad, no seas ingenuo, no seas tan…académico. La política es la misma desde los siglos en que las pacíficas palomas aprendieron a destrozarse a picotazos por una rama de olivo. La política nunca cambia. Es el poder, el que se está reacomodando.
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