He insistido sobre la crisis en el poder legislativo, en su enorme tamaño y en su ineficiencia, también he criticado su gran dependencia del ejecutivo y su poca visión para encarar los graves problemas de nuestra nación, en pro de dar soluciones estructurales y urgentes a esa gran crisis social y económica en todo el país.
Pero obviamente para poder ofertar soluciones y abordar seriamente los problemas se debe ser competente, capaz, tener formación y experiencia, una clara visión en el manejo de lo público, una estructura mental que logre analizar y emprender acciones, pero lamentablemente “la mediocracia” ha llegado al poder legislativo de manera exponencial, allí entre comisiones, debates, iniciativas legislativas, se hace muy notoria la mediocridad; mediocre es un adjetivo derivado del latín mediocris.
El diccionario de la RAE lo define con estas palabras: “de calidad media”, “de poco mérito, tirando a malo”. Pancracio Celdrán en su obra El gran libro de los insultos, denomina mediocre a una “persona o cosa que no sobresale ni merece ser notada; ramplón y corriente; que carece de brillo; adocenado, vulgar, del montón”. Alain Deneault, autor que se refiere a “la mediocracia” nos orienta hacia que, sin duda cuando en el poder impera la mediocridad, lo que sigue es la revolución, que en el caso colombiano estamos viendo una impulsada desde el odio y la violencia, queriendo para acceder al poder, desprestigiar las instituciones del Estado y de la sociedad, cuando lo que se debe hacer es fortalecerlas y eso sí, cambiar los representantes de esas instituciones.
El gusto por los privilegios de la política y no por la política, es una grave trasgresión que sufren muchos, de los que hoy están en la política y en las instituciones del estado, una mediocridad basada en la seducción del poder, los carros oficiales, las llamadas, los enormes salarios, una cierta vanidad que los aleja de la realidad, hasta el cometimiento de injusticias sociales e ilegalidades, también esta, la mediocridad de aquellos que en el ejercicio del control social o de su criterio ideológico, trasgreden las libertades individuales, señalan y utilizan la mediocridad de otros, para imponer criterios y conductas con apariencia de sana lucha y honestidad.
Nuestra nación, necesita urgente una mayor formación en ciudadanía, un proceso de formalización de la representatividad desde la capacidad y las competencias, que lleven a instituciones del Estado y de la sociedad a ser fuertes, trasparentes y eficientes. Colombia, necesita construirse nuevamente, respetar el camino recorrido, pero emprender un nuevo camino, formando sus bases desde la calidad de sus ciudadanos, identificados en sus oficios, especializados, con vocación de desarrollo de sus actividades, buenos seres humanos, para así desterrar la mediocridad.