Inmensos tratados se han escrito, sobre el modelo económico adecuado para estos tiempos y para los países en desarrollo. En América Latina donde el vaivén de las circunstancias políticas ha sido tan inestable y los monopolios se imponen a razón de la fortaleza de sus grupos económicos, la distribución de la riqueza y por ende del crecimiento económico solo se ve en esos sectores poderosos que aumentan el desequilibrio social, la baja calidad de vida de los ciudadanos y por tanto el descontento social.
No puede seguir haciendo carrera como lo ha dicho la Corte Constitucional, la condena social, que carece de responsabilidad ciudadana y jurídica y que muy alejada esta del control social, permanentemente aniquilado por la violación de los derechos humanos e infectado por los intereses personales y electoreros, que buscan el desprestigio de las instituciones del Estado y las instituciones de la sociedad, afectando la equidad institucional, jurídica y social.
La Equidad, como un modelo económico y social de mayor valor, en su esencia busca darle más a los que menos tienen, es un postulado humanista y sensato en medio de las actuales circunstancias que han agravado los niveles de pobreza y miseria en nuestro país. La equidad no es solo un modelo económico, también lo es en su esencia, un modelo de comportamiento, un concepto de empatía social, por supuesto también de solidaridad, que busca equilibrar la sociedad sus ingresos, sus roles y su calidad de vida. Entender como sociedad hacia donde debemos ir, pasa por definir un modelo económico, pero también una cultura comportamental, basada en el sistema democrático, respetando la institucionalidad, es decir un ejercicio ciudadano pleno en libertades, pero ajustado a deberes, en términos de ingresos económicos, justicia y respeto por el otro.
El rumbo de nuestro modelo económico debe cambiar, la mirada debe ser más que, para generar subsidios, generar oportunidades, hay que fortalecer los poderes del Estado y las instituciones que los representan, con sendas reestructuraciones y reformas para hacerlas más austeras, trasparentes y eficientes. Es urgente fortalecer los procesos de dialogo, pero también la descentralización, para construir el país desde las regiones en ese gran concepto de equidad para el equilibrio y la prosperidad social.