Durante años de mi vida personal y publica, he tenido la gran virtud enseñada por mi padre de escuchar para reflexionar sobre mi comportamiento, los contextos sociales en los que me desarrollo, mis entornos y mis acciones, he tenido en la vida muchas personas que han influenciado estos aspectos, entre otros sin duda mi padre quien era un asiduo lector, un gran formador de disciplina, trabajo, fe, mi hermano Jaime, un inquieto de los temas económicos y políticos, me marcaron una ruta que, con los años, las vivencias los golpes y aciertos, me formaron y forjaron. Soy un ser humano en evolución, que reconoce defectos con humildad y potencia con trabajo y disciplina habilidades.
Hace días con varios amigos he venido leyendo y analizando FRATELLI TUTTI, la encíclica del papa Francisco, un tratado completo que nos reafirma el viraje inmenso de la religiosidad a la espiritualidad, la universalidad de la fe, basada en los más profundos valores que produce el amor, que nos lleva al respeto por la diferencia, a la empatía y por supuesto a la construcción social de una sociedad fraterna, esa cada día mas alejada de lo importante, víctima del mercado, los intereses individuales y la inmediatez de lo efímero, lo que es fugaz y transitorio.
Dice el papa “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aun disfrazada detrás de la defensa de algunos valores. Hoy en muchos países se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar”.
Lo que aquí describe es una generación de odio constante para la confrontación, buscando fanáticos y enemigos, ideologizando los temas para réditos electorales, una ceguera constante, hasta la rabia y soberbia de no reconocer en el otro, buenos comportamientos y acciones, cuando los tiene.
Debemos avanzar hacia reconocer que estamos en una sociedad enferma, y nuestra enfermedad es mental y espiritual, el juzgar y señalar a los demás se volvió conducta para justificar u ocultar nuestras propias acciones, pero también para justificar el ejercicio de otras, tras los intereses individuales. En muchos casos se olvidan los orígenes, el agradecimiento, el reconocimiento y hasta el perdón, no amamos nuestra tierra y el medio ambiente. Estamos siendo victimas de las ambiciones desmedidas, del mercado capital que reduce el valor del ser humano, hacia lo que tiene y no hacia lo que es.
Es imperiosamente necesario para quienes orientan de alguna forma a otros, no ser generadores de confrontación, de odio, menos de incitación ideológica para la generación de violencia o el desorden social en ilegalidad. El trabajo de una nueva sociedad, de una mejor sociedad debe estar, como dice el papa Francisco.
“Un pacto social realista e inclusivo debe ser también un ‘pacto cultural’, que respete y asuma las diversas cosmovisiones, culturas o estilos de vida que coexisten en la sociedad”, en ese sentido sigo insistiendo, que debemos avanzar en equidad para el equilibrio social, donde el espíritu sea la generación de oportunidades para todos, priorizando a los que siempre han sido olvidados, abandonados y excluidos por la ciudadanía, el estado y el mercado.
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