Enormes discusiones hemos dado acerca de las calidades y las cualidades que necesitamos en los seres humanos para abordar esta sociedad que tenemos, ¿cuál es el modelo de ciudadano? el modelo de ser humano? sobre todo en un país donde las confrontaciones, los odios y la ideologización de los temas importantes son el pan de cada día.
Hemos culturalmente levantado generaciones y generaciones sembrando violencia, física y de agresión verbal, sobre pasando el Estado de derecho y el Estado social de derecho, en medio de la crisis de nuestras instituciones, se asume justicia por propia mano o desde las trincheras virtuales sin ningún tipo de consideración se juzga y condena a los contradictores, en la mayoría de las veces cometiendo injusticias e ilegalidades.
El país más que gente bien formada académicamente, necesita buenos seres humanos, capaces de respetar al otro, conciliar posiciones, tener capacidad de reflexión para construir consensos y visionar un país mejor, un país distinto. Vivimos en una economía de mercado que materializa todo, que para cumplir sus objetivos aleja de los temas espirituales, de capacidad de comunicación crítica y de reflexión a sus ciudadanos, seres humanos autómatas, ambiciosos materialmente, violentos y depredadores.
Es imperiosamente necesario seguir formando para la vida, en principios y valores universales, esos principios que respetan la diferencia y valoran al ser humano en su contexto social, debemos enseñar a formar procesos insistiendo en acuerdos sobre los importantes temas de la nación.
Necesitamos capacidad de hacer altos en el camino, para revisar nuestros conflictos, nuestros errores y posiciones radicales, las que nos vuelven esclavos de la economía de mercado y de los intereses individuales, las que no permiten un constructo social colectivo, desde la empatía y la equidad. El país que soñamos no puede seguir intentando soluciones si sigue haciendo lo mismo, si quienes integramos la sociedad desde cada uno de los roles que tenemos, no aportamos desprendidamente en acciones importantes, reales y tangibles, que construyan con bases solidas el gran acuerdo donde primen los principios y no las posiciones.
Sensibilidad social, espiritualidad, defensa de la equidad como gran proceso de construcción de propósitos comunes es el camino. Colombia debe reforzar sus convicciones en la fe, la familia y la democracia como grandes patrimonios que no podemos dejar resquebrajar y menos perder.