Ha pasado un año y cuatro días desde que el joven ibaguereño Santiago Murillo salió de la casa de la joven con la que llevaba saliendo dos meses, para encontrarse con la muerte justo a escasas cuadras de su apartamento, a donde lo esperaban Miguel Murillo y Milena Meneses, sus padres quienes hoy luego de 12 largos meses, no han dejado de sufrir y llorar por su ausencia, y por la impunidad en la que pareció haberse estancado su caso, pues el Mayor de la Policía: Jorge Mario Molano, acusado de accionar su arma de dotación en contra de Santiago el 1 de mayo de 2021, ha cambiado tres veces de abogado al parecer con el propósito de torpedear las audiencias.
Así mismo, tanto el Ministerio Público, como la Fiscalía, han manifestado su preocupación ante lo que parece ser una estrategia dilatoria de Molano, pues se corre el peligro de que se manipulen las pruebas, se pierdan, o simplemente los testigos (entre los que se encuentra una menor de edad), se trasladen fuera de la ciudad o el país, teniendo en cuenta el temor que implica ser testigo contra un oficial de la Policía.
Y es que el asesinato de Santiago, no es más que una cadena de sucesos desafortunados, de un joven que, a pesar de ser piloso, solidario y preocupado por su entorno, nunca se le vio con aires de activista y mucho menos de agitador como algunos quisieron hacerlo ver luego de su muerte. De hecho, Santiago no estaba participando de las marchas, ni de las manifestaciones, sino simplemente desplazándose hacia su residencia, quizás de manera imprudente ante la delicada situación de orden público que se vivía en ese momento, y por un lugar que nunca debió pasar.
Hoy el testimonio de su madre es desolador. Ni ella ni su esposo volvieron a trabajar, su vida cambió al 100%. De hecho, Milena Meneses, casi no volvió a salir de su hogar, ni siquiera para ir al supermercado. Ya no cocina, duerme poco y ello solo logra cuando pone audios de YouTube en donde personas que dicen haber fallecido y regresado a la vida, cuentan cómo es ese lugar en donde ella siente que está su hijo. Tampoco escucha música, pues cuando se enojaba con Santiago, la música anglo era el mejor lenguaje entre ellos para reconciliarse. Milena, durante este tiempo, se ha dedicado junto a su esposo a llevar el duelo, a superar la tristeza, y a velar porque se haga justicia
Hoy vale la pena preguntar: ¿Quien autorizó el traslado del Mayor Molano a Facatativá cuando el INPEC ya había ordenado su detención en Ibagué? ¿Tendrá su familia que acudir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos ante la rampante impunidad que se avizora en su caso?