Por: Indira Orfa Tatiana Rojas – tatianarojasoviedo34@gmail.com
Hay que reconocer que la política está en todas partes y su práctica es más común en época electoral en la que ya estamos en Colombia. Nos encontramos a menos de cinco meses de las elecciones regionales para decidir quién será el próximo Gobernador del Tolima y los alcaldes de los 47 municipios del departamento, a la par de elegir integrantes de las corporaciones de derecho público, en el ámbito departamental y municipal, esto es, Asamblea Departamental y concejos municipales.
Es posible que las personas con 18 años y de más de edad, en algún porcentaje hayan decidido desde ya, no votar porque no creen en los beneficios de participar como electores. Otros, tienen el interés de que no decidan por ellos y ya comienzan a pensar en hacer la diferencia.
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La decisión de votar o no votar, pasa por el crisol de la ética porque cada cual, así no tenga claridad sobre este concepto, hará reflexiones sobre lo que estaría bien o lo que estaría mal en su elección ante las urnas. El futuro elector se preguntará: ¿Debo votar o no? ¿Por quién me debo inclinar? Tendrá en cuenta parámetros o paradigmas sobre lo que le conviene personalmente y sobre lo apropiado al departamento o al municipio correspondiente.
Cabe citar a Borges, cuando dice: “La historia no es un frígido museo, es la trampa secreta de la que estamos hechos, el tiempo... En el hoy están los ayeres”, entonces seremos responsables del presente que elijamos.
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Igualmente, “La ética es el arte de escoger lo que más conviene y vivir lo mejor posible”, lo dice el filósofo español Fernando Savater, quien se hace esta pregunta: ¿Por qué los políticos tienen mala fama?” Es que muchos hechos y acciones, dan soporte a la opinión general negativa de los políticos y su relación con otro fenómeno repudiable, el de la corrupción.
Pero debe saberse que no todo político es corrupto, no todo funcionario público lo es y queda a la discreción de los próximos votantes, hacer uso del derecho a elegir, a partir del imaginario social de tener buenos mandatarios y legisladores departamentales y municipales que garanticen a partir de su formación y transparencia, unas prácticas que contribuyan al bienestar de la ciudadanía, al respeto por los derechos de los habitantes y al interés superior que cada mayor de edad consideró al pensar que con su voto garantizará la defensa de sus derechos y el progreso en general.
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Entonces, necesariamente se debe pasar por la propia criba para elegir a quien cuente con buen nombre, que constituya una visión fresca y transparente, sujetos que se observen ética y políticamente correctos, se debe poner la lupa sobre políticos que fundamenten su actuación en la ética personal y profesional deseable para que salgamos del comportamiento censurado o calificado como malo por la opinión pública.
Entonces se cae en el otro concepto, el de la moral, que es producto de la cultura y se manifiesta en formas de ser, en costumbres electorales que van contra o favor de la ética esperada de quienes tienen responsabilidades en el manejo de las organizaciones sociales y económicas del país gubernamentales.
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¿Es viable elegir candidatos honestos y de buen comportamiento moral? ¡Es claro que sí! Porque en contrario queda la sanción moral contra aquellos que ya son conocidos por sus actos, por actuar contra las reglas, normas y principios de conducta ética y moral deseable.
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