
A los colombianos se nos ha hecho creer que el aguardiente que se prepara en cada departamento del país es un símbolo de identidad, regionalismo e inspiración para el sentido de pertenencia.
Por estos días hubo alboroto, por las declaraciones del alcalde Guillermo Alfonso Jaramillo, quién comentó del posible patrocinio del aguardiente Cristal en las fiestas de mitad de año. Inmediatamente se escucharon voces de protesta encabezadas por el gerente de la Fábrica de Licores del Tolima. El hecho puede parecer anecdótico conociendo las razones ocultas de rabia y venganza del alcalde Jaramillo, con todo lo que huela a Néctar.
Pero en éste suceso llama la atención la súplica al regionalismo y al sentido de pertenencia del directivo de la licorera para que los tolimenses compren y consuman aguardiente Tapa Roja, olvidando que esos sentimientos vienen siendo debilitados hace rato por los productos comercializados por la Empresa de Licores de Cundinamarca en el departamento, originada por apertura de mercados y la tendencia de brindar otras opciones al consumidor.
Interesante revisar la Ley 1816 del 16 de diciembre de 2016, sin reglamentar aún, que fija el régimen propio al monopolio rentístico, específicamente el artículo 28 que hace referencia a la protección especial al aguardiente colombiano.
Revisando desde otra perspectiva el debate del patrocinio, igual podría llegar a pensarse en que Tapa Roja fuera para el 2018 patrocinador de la Feria de Manizales, ¿imposible su ocurrencia? Si contrastamos la capacidad económica de cada una de las empresas –Fabrica del Tolima y Licorera de Caldas- en todos sus frentes, muy seguramente no estaríamos en condiciones de hacer semejante ofrecimiento.
Hace 25 años con una inversión de 400 millones de pesos, la Fábrica de Licores del Tolima, contaba con la planta de destilación y fermentación de alcohol etílico extrafino, considerada en ese momento la más moderna de Colombia, con capacidad de 20 mil litros diario de alcohol y de aproximadamente 28 millones de botellas al año. ¿Hoy cómo está la tecnología en sus equipos de preparación? ¿Qué capacidad se tiene de preparación versus capacidad de distribución y ventas? ¿Es una empresa competitiva?
La trayectoria de la Fábrica de Licores, siempre marcada por situaciones y calamidades de todo orden, al parecer, aún no le permiten generar verdadera dinámica empresarial, enfocada a la permanente innovación, actualización tecnológica, al diseño y la ejecución de políticas de mercadeo sin fronteras. Capítulo aparte merecen las estrategias de publicidad que son la puntada final para comercializar los productos.
No se equivoca Fedesarrollo cuando propone que las licoreras, puedan ser empresas mixtas con aportes de capital privado, para que haya mayor injerencia de ese sector en la administración. Incluso la privatización, opción que no tiene acogida ni respaldo en las administraciones departamentales porque es una limitante en los manejos políticos y burocráticos que tienen estas empresas estando bajo su total control. Pero algo interesante que menciona Fedesarrollo es la posibilidad de realizar fusiones entre licoreras, lo que tampoco tiene cabida entre los dirigentes y políticas de las regiones.
Definitivamente el orgullo y el sentido de pertenencia se cimentan con la elaboración, distribución y comercialización sin fronteras, de un aguardiente que deje en alto el nombre de la región, que se mantenga con los mejores estándares de calidad y porque sus aportes a la salud se consideran de gran impacto para el departamento.