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23 Jul 2019 07:40 AM

Cuando los niños mueren por amor

Alerta
Tolima

Por: Martha Elizabeth Camargo / @MarthaECamargo

Cuando deberían estar jugando en su mundo de fantasías, donde todo debería ser perfecto y la felicidad es una constante imperceptible, la realidad los arroja contra la incertidumbre, la desolación y el desconcierto que los conduce al peor de los caminos: el del suicidio.

Son jóvenes, qué digo ¡jóvenes! Son niños entre los 10 y los 17 años que conforman un nuevo grupo vulnerable para las cifras estadísticas que los ubica dentro de quienes deciden quitarse la vida porque su relación sentimental no funcionó.

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¿A los 10 años? Ni a los 10 ni a los 17 ni a los 25 ni a los 70. Nunca una decepción amorosa, por complicada y difícil que sea, debe conducir al suicidio como única salida. Pero estremece cuando quienes toman esa decisión son menores de edad que escasamente empiezan a despertar sus sentidos al amor. Pero ocurre y está prendiendo las alarmas.

El más reciente informe del Instituto de Medicina Legal reporta un incremento a partir del año 2018 en el número de niños, niñas y adolescentes que se suicidan por amor. Las cifras ya existían pero por otras causas: porque perdían el año, por juegos en internet que los manipulaba aprovechándose de su condición de vulnerabilidad o por desesperación tratando de escapar de una vida de maltrato y abandono.

El informe da cuenta como nueva causa “el desamor”, a raíz de relaciones que se rompen entre parejas conformadas en edades muy tempranas y establece dos grupos, igualmente delicados: uno, entre los 10 y los 14 años; y el otro, entre los 15 y los 17 años. ¿Qué está pasando? ¿Dónde buscar la raíz del problema?

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La información de las necropsias ayuda al Instituto de Medicina Legal a dar el contexto y también las investigaciones, cuando encuentran que se trataba de noviazgos y relaciones de pareja a muy temprana edad; cartas, información en los computadores y los signos de siempre en estos casos: aislamiento, tristeza, depresión, comentarios negativos sobre la vida.

Las alarmas deben ser para todos. Padres, maestros, amigos, vecinos, todos los que conforman el entorno de los niños, niñas y adolescentes, en especial cuando deciden embarcarse en relaciones sentimentales desde muy temprana edad.

De por sí, nuestros niños ahora no toleran el fracaso o la frustración porque, en muchos casos, los padres modernos no les permiten experimentar esos sentimientos y se encargan de que no les falte nada, no se expongan a situaciones donde sea oportuno hablarles y explicarles que la vida es un camino lleno de altibajos que hay que aprender a sortear y buscar salidas, muchas salidas, otras opciones que les permitan seguir adelante.

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A los niños hay que dejarlos sentir pero estando siempre a su lado para acompañarlos y explicarles por qué están sintiendo lo que están sintiendo y qué se puede hacer para salir al otro lado. En eso estamos fallando. No solo les damos todo lo que quieren, todo lo que piden a cambio de que no sufran en lo más mínimo, sino que no los acompañamos, no estamos pendientes de sus reacciones, de sus pensamientos, de sus dudas y sus temores.

Ante la alarma de un niño triste, hay que reaccionar; ante el aislamiento y la depresión de un niño, hay que actuar; ante el más mínimo comentario de negativismo sobre la vida o de complacencia con la muerte, hay que hablar. Porque no es normal que los niños se depriman, se aíslen o tengan pensamientos funestos y, si eso ocurre, es porque algo muy grave está pasando en su interior y están desconcertados, confundidos, solos.

Hay que tomar medidas, hablar con ellos y sus profesores; con sus amigos cercanos, sus vecinos, averiguar por qué el cambio repentino de actitud y buscar ayuda profesional cuanto antes. También, claro, debe haber campañas de prevención y programas de salud mental para los adolescentes. Pero no podemos dejarlos solos, ni esperar a que las cosas mejoren con el paso de los días, ni tomarlos a la ligera como si fuera una pataleta más de adolescentes.

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Estar ahí, siempre ahí y tal vez si el acompañamiento se da desde siempre evitemos que se inicien en relaciones de pareja a tan temprana edad, cuando deberían estar leyendo cuentos, pintando ilusiones, soñando en grande, viviendo su niñez y aprendiendo a vivir poco a poco, sin afanes, sin angustias, ni tristezas.

Este artículo obedece a la opinión del columnista / Reproducción autorizada por el autor

Fuente:  RCN Radio / Martha Elizabeth Camargo: Editora General en RCN Radio. Periodista con énfasis en opinión pública; egresada de la Universidad Externado de Colombia con más de 25 años de experiencia.

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“BUENAS NOTICIAS PARA IBAGUÉ”

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